Autor: Abdulmonam Eassa | Traducción: Sergio Viña
Publicado originalmente en inglés en: AFP | Lunes 26 de febrero de 2018
Diario desde Guta Oriental escrito por el fotógrafo residente en la zona, Abdulmonam Essa, durante la primera semana tras la intensificación de los bombardeos sobre la zona en segunda semana de Febrero, 2018. Editado y publicado para AFP por Samar Hazboun en Nicosia y Yana Dlugy en Paris.

Lunes 19 de febrero
Los ataques a Guta Oriental dejan 127 muertos.
Hoy ha habido un bombardeo muy cerca. Voy a echar un vistazo. Toda la zona parece haber sido incendiada. Durante los primeros instantes, crees que no hay muertos, sólo ves cenizas y destrucción. Esto es porque la gente se esconde en cuanto oye el sonido de un proyectil o un avión. Pero después de unos segundos se ven señales de vida.
Veo a una mujer saliendo de un edificio destruido con cuatro niños. Están llorando. Uno de los chicos lleva un cuaderno o un libro, quizá un Corán, no me acuerdo.
Los voluntarios de la Defensa Civil Siria, conocidos como los «Cascos Blancos», llegan y comienzan a excavar entre los escombros. Veo a uno de ellos llevando un bebé. Me impacta que alguien tan joven haya resultado herido.
Sigo tomando fotos y miro la parte posterior de mi cámara para ver cómo están saliendo. Entonces veo a uno de mis cuñados mirándome fijamente desde una de las imágenes. Está junto a la puerta de un edificio, gritando pidiendo ayuda. Está herido. Ni siquiera me di cuenta de que era él cuando estaba fotografiando la escena, sólo después, cuando brevemente revisé las fotos. ¿Qué debo hacer? ¿Le ayudo o continúo tomando fotos? Es una pregunta que me hago constantemente.
Estoy a punto de irme cuando veo un Casco Blanco llevando a un niño. Me doy cuenta de que es el hijo de un amigo. Me doy prisa y lo llevo al hospital. El chico se aferra a mí, no quiere dejarme ir. Cuando entramos, quiero hacerle una foto, pero él no quiere soltarme la mano. Me las arreglo para dejarla libre, pero él sigue tendiéndome la mano. Siento que empiezo a llorar.

Me voy media hora más tarde, camino de casa, que está a unos 700 metros. Después de unos 200 metros, veo que la zona donde vivo ha sido bombardeada. De repente me entra el pánico. ¡Mi familia vive allí! ¿Y si alguien ha muerto?
Me apresuro y veo que el edificio donde viven mis hermanas y otros parientes ha sido alcanzado. Está cubierto de polvo y no veo nada. El temor me invade a medida que me acerco. Dejo la moto en medio de la calle y corro hacia la casa. Veo a uno de mis hermanos. «¿Mamá está bien?» Pregunto. «Sí», responde. «¿Están todos los demás bien?» «Sí», dice. Estoy a punto de emitir un suspiro de alivio cuando veo de soslayo una figura tendida en el suelo. Es un amigo mío. Tiene una herida en la cabeza. Está muerto. Pero tenemos que dejar su cadáver allí porque hay niños heridos y hay que llevarlos al hospital. No puedo tomar fotos de escenas como esa.
Echo un vistazo al otro lado de la calle. Veo a una mujer vestida para ir a rezar. La cara sangrando. Entonces me doy cuenta de que es una de mis hermanas. Otras dos parientes están junto a ella, también heridas. Intento calmar a mi hermana. No tiene zapatos, así que quiero llevarla en brazos, pero me dice que no me preocupe, caminará descalza. La llevo a ella y a los demás al hospital, luego dejo a mi madre y a mis hermanos en Daraya. Entonces vuelvo a echar un vistazo a la casa.
Las puertas y ventanas están completamente reventadas. Miro alrededor y me doy cuenta de que ya no me importa la muerte. Otra vez hay un avión en el cielo, el ataque puede empezar en cualquier momento, pero no tengo miedo. Me han hecho daño hasta el punto de no poder causarme más.

Mi familia pasa la noche en otra casa. Nadie duerme en realidad. Mientras registro estas palabras, puedo oír aviones en el cielo. El edificio está temblando. Pensamientos se desatan en mi mente. ¿Y si mis seres queridos mueren y yo vivo? ¿Cómo soportaría el dolor? Me voy.
Martes 20 de febrero
Los ataques contra Guta oriental matan a 128 civiles, incluidos 29 niños. Otro hospital, Arbin, ha quedado fuera de servicio.
UNICEF, el organismo de las Naciones Unidas para la infancia, publica una declaración en blanco. “No hay palabras que hagan justicia a los niños asesinados, a sus madres, a sus padres y a sus seres queridos «, dice.


Voy al hospital porque sé que la situación allí es terrible. Nadie ha comido en un día. Entro en una habitación, está llena de cadáveres. Algunos murieron ayer, otros antes, pero aún no los han enterrado.

Me las apaño para dormir unas pocas horas en el hospital. Sé que al cabo de ese tiempo va a volver la misma rutina –aviones, ataques, bombas de barril, civiles heridos, horror, reconocer a seres queridos heridos o muertos. Pero sigo fuerte. Todavía puedo salir y tomar fotos. No sé cómo… Pero sí que puedo.


Miércoles, 21 de febrero
El jefe de la ONU António Guterres describe lo que está sucediendo en Guta Oriental como «el infierno en la tierra». Los aviones lanzan bombas de barril en la zona.
Entramos en el barrio de Saqba después de un bombardeo con barriles explosivos. Una mujer y sus hijos lloran. Un hombre está atrapado entre los muros de un edificio derribado. Mientras nos encontramos ahí, una segunda bomba de barril cae, dos calles más allá. No puedo pensar. Es como si hubiera un nubarrón sobre mi cabeza…
Después de un rato, regreso a mi barrio. Un avión ruso lo ha atacado. La gente está gritando. No sabe cómo enfrentarse a una situación así. Yo lo sé un poco mejor porque, por mi trabajo, sigo a la muerte y la destrucción. Me acerco a un edificio. Un chico y una chica están atrapados entre los muros de un edificio caído. Veo sus piernas colgando. Inspecciono el área para asegurarme de que es segura. Entonces saco al chico. Luego a la chica.
Subo a la azotea para tener mejor vista. Todo está ardiendo. Parece como si hubieran bombardeado cada rincón — Saqba, Misraba, Douma, Kafr Batna… toda la zona está en llamas.

Mis vecinos gritan que hay más niños bajo los escombros. Guardo la cámara y me dirijo a donde señalan. A veces saco fotos y otras ayudo a rescatar a la gente. No tengo un criterio preciso para decidir lo que hago en cada momento. Sólo sigo mi instinto. Los voluntarios de la Defensa Civil dicen que todavía hay un niño atrapado, pero encontramos a un niño y a su padre. El padre ha muerto asfixiado, el niño ha sobrevivido.

Jueves, 22 de febrero
La Canciller alemana Angela Merkel pide el fin de la «masacre» en Siria. El Consejo de Seguridad de la ONU no adopta una resolución sobre un alto el fuego por las objeciones de Rusia, aliado del presidente sirio Bashar al-Assad, y que le ha estado ayudando militarmente.
Me despierto a las 6:00 am. Todo está en calma. Hay destrucción por todas partes. La gente empieza a salir, para comprobar los daños e intentar conseguir algo de comida. Media hora más tarde empieza ese temible ruido, un avión en el cielo. Empieza a bombardear. La gente vuelve corriendo a sus refugios. Han pasado cuatro días sin que cesen los bombardeos. Todo el mundo tiene miedo.
Más tarde veo a Cascos Blancos dando primeros auxilios a un hombre. “¡¿Dónde está mi saco de harina?!” ¡Lo necesito!». Continúa gritando. Parece que lo hirieron cuando conseguía comida.
Hay mucha gente desaparecida. Todo el mundo parece estar buscando a sus familiares. Algunos están muertos, otros sólo se esconden, pero la comunicación es difícil.

No tengo electricidad. Me preocupa no poder recargar las cámaras y el ordenador. Las necesito, no puedo trabajar sin ellas.
El número de mártires asciende ahora a más de 300. Los hospitales perdieron la cuenta del número de muertos y heridos. Algunas personas siguen atrapadas bajo los escombros. Los voluntarios de la Defensa Civil están haciendo todo lo mejor que pueden, pero no pueden llegar a algunas zonas debido al bombardeo. La situación es muy mala. Que Dios nos ayude.
Son las 3:00 pm mientras escribo esto y los aviones no han dejado de bombardear. No se ha librado ninguna zona. Los Cascos Blancos están luchando de verdad. Muchos de sus vehículos están dañados. Es muy difícil.

Viernes, 23 de febrero
El Consejo de Seguridad de la ONU aplaza la votación sobre una tregua en Guta Oriental.
La gente se esconde en los refugios. Todo el mundo está conmocionado. No podemos entender nada. Todo está fuera de servicio. No puedo asimilar los cambios provocados por cuatro días de bombardeos. Toda la zona ha quedado modificada, aniquilada. Las calles ya no están ahí. Están llenas de polvo y escombros. Sólo circulan las ambulancias.

Quizá gritar no ayuda, pero hoy grito. No puedo decir nada más. Por favor, que alguien detenga la matanza. Por favor, ¡alguien tiene que detener lo que está pasando aquí!
Pero la vida continúa. Hoy sacamos a cuatro niños de debajo de un edificio completamente destruido. Las cosas que he visto aquí, nunca las olvidaré. Si sigo con vida.
El sábado 24 de febrero, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución de alto el fuego, que pide un alto el fuego «sin demora» para permitir la entrada de ayuda en la zona. Pero los ataques aéreos continuaron y se cobraron más vidas. El lunes, Rusia anunció una «pausa humanitaria» diaria de cinco horas y corredores para que los civiles huyan.
